viernes, 1 de junio de 2012

Distribución y tenencia de la tierra
Superficie total operada y total de EAP s (Empresas Agropecuarias) en la Rep. Argentina con límites definidos según datos censales.



                                                                                                           fuente: INDEC


Asistimos hoy a una dolorosa paradoja: un país de cosechas récord, inéditas en su historia. Pero es el mismo país donde también es inédito el grado de deterioro social que marcan la cantidad de pobres e indigentes, la desnutrición infantil, los índices de criminalidad.
De los casi 300.000 productores agropecuarios que existen en Argentina, tan solo 4.000 poseen casi la mitad de la tierra: el 1,3% de los propietarios es dueño del 43% de la superficie. Alrededor del 70 por ciento de la zona núcleo pampeana no es trabajada por sus dueños, sino por distintas variantes de arrendamiento, en buena parte con contrato accidental. La renta agraria escasamente se aplica al desarrollo del interior o a la producción agropecuaria. Está disociadaza el desarrollo local.
Antes y hoy, se monopoliza en pocas manos la renta, que ahora está atomizada con la aparición de pequeños y medianos productores que dejaron de trabajar sus tierras, convirtiéndose en mini rentistas junto a los pooles de siembra y fondos de inversión.
Tomó cuarenta años para que, con algunas leyes y el Consejo Agrario Nacional –luego eliminado por decreto– se propiciaran las condiciones para transformar a 95.000 arrendatarios en nuevos chacareros dueños de su tierra. Pero sólo catorce años bastaron para que desaparecieran más de 100.000 productores (comparando los datos censales de 1988 y 2002).
La múltiple problemática apenas esbozada en estas líneas y contrastadas con los datos oficiales citados en la primera parte del artículo no hace más que aludir a los problemas estructurales de fondo que determinaron siempre la historia de dependencia y explotación de Argentina y de América Latina toda. De nosotros, sus habitantes, depende torcer el rumbo y, al menos, oponer resistencia en algunos puntos. El del uso y tenencia de la tierra es vital. Porque la tierra, como todo recurso natural, debe cumplir su función social. 
Nada indica que la bonanza de precios a la zona núcleo sojero / maicera haya llegado para quedarse definitivamente. Y, si así fuera, de poco puede servirle a todo gobierno que se diga “popular” descansar sobre la contribución de un agro cuyo éxito sólo es realidad para unos pocos que, encima, su accionar empobrece el dinamismo de las microeconomías del interior. 
No hay que ceder a la trampa. El uso y la tenencia de la tierra, la necesidad de estimular el mercado interno, la incorporación de valor agregado a los productos agropecuarios son discusiones que no debemos abandonar.
El uso y la tenencia de la tierra es una discusión que nunca pasará de moda mientras en uno de los países que más alimentos producen siga habiendo hambre, mientras en un país donde espacio y campo es lo que sobra, siga faltando lugar para muchos que hoy quieren trabajar y siga desplazando a otros que trabajaron toda la vida y que el modelo imperante los llevó a ponerles una bandera de remate.


A modo de síntesis podemos decir que la actual situación del modelo agropecuario nacional es la siguiente:
  • Concentración de tenencia por contratos.
Emprendimientos de gran escala.
Inversores financieros.
Fondos de inversión, fideicomisos, sociedades anónimas, pooles, etc.
  • “Agricultura sin Agricultores”.
Desplazamientos de agricultores familiares.
Desplazamientos de productores agropecuarios tradicionales.
Tercerización de labores por contratistas.
Cambios de actores.
  • Inestabilidad Contratos por cosecha
  • Alza en los precios (e imprevisibilidad).
Discusión anual.
Previsión de inversores.
  • Despoblamiento y la crisis de pueblos y comunas rurales.
  • Deterioro de recursos naturales.
Monocultivos.
Agricultura “extractiva”